El arte no es un lujo, es una necesidad. En la Fundación Tejiendo Sociedad hemos comprobado que los talleres de pintura, danza, teatro o música no solo estimulan la creatividad, sino que canalizan emociones reprimidas y permiten narrar historias de vida desde otros lenguajes.
Como psicóloga, he visto cómo una adolescente que no hablaba en las sesiones logró expresar su dolor y esperanza a través del dibujo. O cómo un adulto mayor recuperó su alegría al reencontrarse con los ritmos de su infancia.
La cultura transforma porque conecta. Nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Apostar por procesos artísticos en comunidades vulnerables no es solo una estrategia pedagógica: es un acto de justicia emocional.
“El arte nos salva, nos une y nos sana.”
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